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jueves, 8 de agosto de 2019

Por Cantabria y otras excursiones

Cuarta crónica desde el albergue de veteranos.

Viaje fugaz (y placentero) a Cantabria, y al día siguiente pequeña excursión a las lagunas de Gayangos, cerca del albergue.

Se ha hablado de historia, desde la época de Napoleón hasta la del hijo natal de Santoña, el almirante Carrero Blanco.











Viaje fugaz a Cantabria

Ya estamos a día 7, y se van produciendo altas de alberguistas y, también, bajas, pues, como sabemos, cada veterano se apunta en aquellos días que le permiten sus circunstancias; estas crónicas, a estas alturas, ya no van a recoger ni incorporaciones ni despedidas, pues la reiteración del listado sería insoportable; solamente, diremos que el que se va lo hace con tristeza (casi con lágrimas en los ojos, si es muy sensible) y el que llega reparte abrazos y sonrisas… hasta que el furriel Eugenio le asigna servicios.

A lo que vamos: hemos ido a Santoña y a Laredo, previo paso obligado por el puerto de los Tornos, claro. Se ha ido a la playa, esa inmensa playa de aguas límpidas y transparentes; la mayoría nos hemos bañado, pero algunos, muy de secano ellos, han preferido pasear o tomar una cervecita con anchoas. Nuestro camarada Mario nos ha acompañado en la comida y, gracias a su gestión, nos han salido más baratitos los billetes del barco en el que hemos surcado la bahía. Se ha hablado de historia, desde la época de Napoleón hasta la del hijo natal de Santoña, el almirante Carrero Blanco; se han explicado chistes (los de Santi, muy malos, como siempre), se ha cantado y reído a gusto… En fin, día de fábula.

Por la noche, nos ha perseguido la habitual maldición de los medios tecnológicos: no ha habido manera de ver la película (nada menos que una de los hermanos Marx); Rosa, la seño, se ha empleado a fondo y ha asegurado que, tras sus intervenciones con cables, aparatos y enchufes, mañana sí habrá cine.

No podemos menos que hacer una breve mención a la reñida competición de dominó nocturno, que está poniendo de los nervios a Jesús, el solícito doctor y al neófito Tomás, que no entiende que las cañas se hayan vuelto lanzas...

Día de paseos y pequeñas excursiones. 

Día 8, jueves. Salimos del albergue para ver las lagunas de Gayangos y, para ello, nos dirigimos a Bárcena de Pierza; allí, unas simpáticas aldeanas (madre e hija) no solo nos indican el camino más adecuado, sino que nos acompañan un buen tramo. Vemos la laguna grande y regresamos a Bárcena; en coche, al pueblo de Gayangos, en cuyas cercanías se encuentra un mirador maravilloso, desde el que contemplamos todas las lagunas a vista de pájaro. Regresamos contentos, previo auxilio reglamentario.

Por la tarde, sale la expedición de intrépidos montañeros (a saber: Rosa, Tomás y Manolo) hacia tierras palentinas, con la finalidad de pernoctar en Cervera de Pisuerga. El resto, por grupos, recorren diversos escenarios próximos al lugar; son de destacar los esfuerzos ímprobos de Paco Caballero para encontrar un acceso adecuado para la Cruz de los Catalanes, que presenta muchas limitaciones y prohibiciones al tránsito. A todo esto, el tiempo se anuncia lluvioso…

Los esfuerzos de Rosa han dado resultado, y los que se han quedado en el albergue pueden reírse a gusto con Una tarde en el circo; algunos prefieren irse a dormir. De Cervera del Pisuerga llegan noticias de una feliz estancia de los expedicionarios, que lo están pasando muy mal en las tascas de la calle Mayor…


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