El Virolai en Burgos en honor a la Virgen de Montserrat en Espinosa de los Monteros, y con el Ejército del Aire en el E.V.A. 12.
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Algunos feligreses nos escuchan y admiran: realmente, somos una buena representación de Cataluña, de esa Cataluña españolísima que no suele ser noticia aunque sea tan real.
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El Virolai en Burgos
Amanece domingo, el día 11, y amenaza lluvia. Nuestro horario es relajado, como corresponde a un día festivo. En Espinosa de los Monteros hay otro mercadillo de antigüedades (mucho más grande que el del otro día en Medina de Pomar); quien más, quien menos, hace alguna compra curiosa, y muchos nos reprimimos (especialmente los acompañados de esposas), aunque nos llamen la atención ciertos objetos… A las 12 asistimos a la Santa Misa, en la iglesia de Santa Cecilia, la principal de la localidad, y, al acabar y con permiso del párroco, los veteranos de Cataluña entonamos el Virolai ante la imagen de Ntra. Sra. de Montserrat, que, como ya se explicó, fue donada por los familiares de los combatientes de la Centuria Catalana de esa advocación mariana que combatieron en los montes cercanos en 1937; algunos feligreses nos escuchan y admiran: realmente, somos una buena representación de Cataluña, de esa Cataluña españolísima que no suele ser noticia aunque sea tan real.
La tarde nos contempla paseando junto al río de Barcenillas; llegamos hasta una plaza que preside un corpulento castaño, el mayor que hemos visto en la zona, y, junto a él, algún vecino ha colocado un cartel que reza Plaza de José Antonio. Por la noche nos reímos a gusto: concurso de adivinar películas a través del mimo; resultan geniales las interpretaciones de Elisa, de Paco, de Geñete…; hasta Santiago respeta el reglamento y es capaz de no hablar cuando le toca el turno. En el E.V.A. de Espinosa.
Madrugamos un poco más que de costumbre, pues nos tienen citados a las 10 en punto en la Estación de Vigilancia Aérea nº 12, enclavada en lo más alto de las montañas divisorias de Burgos y Cantabria, por encima del portillo de Lunada.
Conforme suben nuestros vehículos, sube la niebla y arrecia el frío (¡a 5 grados en el mes de agosto!); pasamos los trámites del cuerpo de guardia y nos recibe un capitán y varios suboficiales, que nos explican las misiones de la estación, que recorremos admirados; cada vez que cruzamos una puerta que da a la intemperie, temblamos como posesos, con nuestros pantalones cortos y jerséis sobre las camisetas; realmente, estos soldaditos merecen una medalla… Es una lástima que no podamos ver el paisaje, que debe de ser impresionante, pero las nubes nos lo impiden. Al despedirnos de nuestro Ejército del Aire, nos sentimos más protegidos por su constante vigilancia y protección. El descenso, despacito, nos permite vislumbrar algo los valles y montañas que rodean la cúpula que protege el radar. A media tarde de este lunes, nos personamos en el cementerio de Espinosa, frente a la sepultura de los combatientes de la Centuria Catalana Virgen de Montserrat; depositamos las cinco rosas, entonamos El camarada y rezamos la Oración de los Caídos, como cada año que hemos visitado estos lugares. Terminado el acto, vamos a Villarcayo, no solo a comprar morcillas, sino a admirar la máquina de tren Santa Fe, que quedó abandonada al desestimarse la línea férrea que debía comunicar Burgos con Santander; como si fuéramos flechas, no resistimos la tentación de hacernos fotos subidos a lo que hoy, por desgracia, no es más que una gigantesca chatarra, emulando a Búster Keaton en El maquinista de la General. De vuelta al albergue y tras la cena, se improvisa una sesión de música ligera de nuestra juventud (el Dúo Dinámico, etc.) y hay quien se lanza a un bailecito nostálgico… |


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