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sábado, 23 de enero de 2016

Cosas raras

Grupo de la OJE montando una tienda de campaña
(la fotografía no corresponde a la actividad del relato)
Mis recuerdos. Acampada en el pantano de Can Borrell.

El diccionario de la RAE define, entre otras acepciones, la palabra raro a aquello “extraordinario, poco común, escaso, extravagante y propenso a singularizarse o hacerse notar”, de modo que, en mayor o menor medida podríamos considerar como raro a un torero con bigote ¿alguien ha visto alguna vez un torero con bigote? Tampoco es frecuente ver a un militar con paraguas, a no ser que éste sea un edecán del rey; muy puntualmente sostendrá un paraguas para proteger a S.M. de las inclemencias del tiempo, jamás lo hará en beneficio propio. Pero más raro sería una monja en bañador; es ahí donde precisamente quiero hacer hincapié con el siguiente relato...
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Sierra de Collserolla

A finales de la primavera o inicios del verano del ya lejano 1964, la centuria de arqueros del "Navarra" organizó una salida dominical al Llac de Can Borrell (Sant Cugat del Vallés). Quedamos a las 7 y media de la mañana en el hogar, seríamos unos 18 o 20 arqueros y dos mandos. Oímos misa de ocho en La Concepción. A continuación, tomamos los Ferrocarriles de Cataluña en la estación subterránea de la plaza de Cataluña, hasta Sant Cugat. Sobre las once y media, después de algo más de una hora de marcha, llegamos al llac. El referido lugar era un paraje bucólico y todavía intacto, a salvo de “arrosaires” (domingueros), estos se quedaban en Vallvidrera, Las Planas o La Floresta, donde había merenderos, zonas de pic-nic y parrillas para barbacoas, de más fácil acceso. Hasta Can Borrell –por cierto, jamás llegamos a ver la masía que daba nombre al lugar; imagino que estaría algo más apartada– el camino era carretero y bastante tortuoso, y a menos que se dispusiese de un tractor la cosa estaba difícil, ya que los “todo terreno” tardarían años en llegar, y los Seat 600 eran poco aptos para tan agreste terreno, de modo que había que ir a pie.

Pantano de Can Borrell, en la actualidad


No era propiamente un lago, sino una pequeña presa con entrada y salida de aguas, lo cual impedía que estas se estancaran, siendo un lugar ideal para el baño. Supongo que tendría la finalidad de facilitar el riego de las huertas y demás explotaciones agropecuarias de la finca; la verdad es que nunca, tanto por parte de los dueños como de los guardeses, hubo el menor problema para bañarse, acampar, hacer fuego, etc. Se supone que las personas que frecuentábamos aquel y otros lugares similares, éramos seres civilizados, amantes de la naturaleza y respetuosos con el medio ambiente. Más tarde, con la llegada de otras modas y corrientes decadentes y libertinas, se producirían abusos; ello, unido a la incuria emergente, dio lugar a que se dictasen normas y prohibiciones draconianas y a la creación de cuerpos policiales específicos. En una palabra, “hubo que ponerle puertas al campo”.

Junto al lago había una pequeña explanada donde se solía acampar, desarrollar las actividades correspondientes, comer y en su caso llevar a cabo, por las noches, aquellos inolvidables “fuegos de campamento”.

Grupo de chicas scouts de la época
(no corresponden al relato)
Cuando llegamos, vimos que había instaladas varias tiendas de campaña; por su disposición y estética intuimos que se trataba de un grupo de boy scouts, de modo que, prudentemente, nos acomodamos en un lugar algo más apartado, pero por las voces y el alegre griterío que nos llegaba del lago, dedujimos que era un grupo femenino. Una vez en el baño coincidimos con ellas; serían unas 12 o 14 chicas entre los 11 y los 15 años; su jefa era una joven alta y rubia, de pelo muy corto y ojos claros… como de unos 25 años; se notaba que, entre las muchachas, gozaba de gran ascendencia y carisma.

A la sazón, los bañadores eran integrales –de una sola pieza–, pero alguna ya lucía un recatado y discreto biquini; nos llamó la atención el bañador de la jefa…, como de los años 20: azul oscuro, largo hasta media pierna, cubiertos los brazos y con cuello a la caja. Claro que la esbeltez y las formas curvilíneas de aquella guapa señorita compensaban sobradamente la rigidez de tan obsoleto bañador.

Por aquello de la curiosidad y el “niñateo” mutuos, lógicos de la edad, pronto entablamos conversación con las chicas; nos habían visto y, en principio, pensaron que éramos otro grupo scout, pero las camisas azules de nuestros mandos pronto delataron nuestra condición…para ellas éramos “falangistas”. Les extrañó mucho que la mayoría de nosotros nos expresáramos en perfecto catalán con acento de Barcelona ¿Qué otra lengua vernácula íbamos a hablar si casi todos éramos del “Eixample” o de “Ciutat Vella”?

Pantano de Can Borrell, en la actualidad
Después del baño se cambiaron poniéndose sus bonitos uniformes –muy funcionales para la época– lo más sorprendente fue cuando la jefa, saliendo de su tienda, hizo su aparición; en lugar de uniforme llevaba un solemne hábito azul oscuro –como el bañador– hasta los pies, ajustado al talle por un cinturón negro y un largo rosario; lo más impactante era el tocado, consistente en una enorme pamela blanca almidonada, pero eso sí, calzaba las inevitables “chirucas”. La cara de satisfacción y complacencia que puso la “sor” al ver que habíamos quedado estupefactos, no tuvo parangón.

Algunos comimos con ellas; yo empaticé con una pelirrojilla de pelo rizado, de unos 13 o 14 años, pizpireta y pecosa,–una monada de criatura…, hoy andará por los 65–, “de cuyo nombre no puedo acordarme”; me dijo que pertenecían a no sé qué colegio, pero tampoco lo recuerdo. Lo que también me comentó fue que después de sus salidas y acampadas, los domingos por la tarde, entre las 7 y las 9, solían acudir a la plaza de San Jaime, donde había sesión vespertina de sardanas. Era el lugar de encuentro habitual de scouts de todo pelaje y de excursionistas en general. Durante años frecuentamos esporádicamente el lugar, pero tan solo en una ocasión pude ver a mi pelirroja…, me saludó cortésmente y ¡adiós!; obviamente, no le interesaba, en absoluto, que pudieran relacionarla conmigo…, seguía siendo el “enemigo”. Jamás la volví a ver.

Jaime Bellet
Can Borrell
Este relato se publica hoy, día 23 de enero de 2016, casi 52 años después de aquella acampada de arqueros del Navarra. Hoy mismo, un grupo de veteranos de la OJE realizaban una marcha por la sierra de Colserolla, con origen en Can Borrell y final en el barrio de Montbau de Barcelona.