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Grupo de la OJE montando una tienda de campaña (la fotografía no corresponde a la actividad del relato) |
Mis recuerdos. Acampada en el pantano de Can Borrell.
El diccionario de la RAE define, entre otras acepciones, la palabra raro a aquello “extraordinario, poco común, escaso, extravagante y propenso a singularizarse o hacerse notar”, de modo que, en mayor o menor medida podríamos considerar como raro a un torero con bigote ¿alguien ha visto alguna vez un torero con bigote? Tampoco es frecuente ver a un militar con paraguas, a no ser que éste sea un edecán del rey; muy puntualmente sostendrá un paraguas para proteger a S.M. de las inclemencias del tiempo, jamás lo hará en beneficio propio. Pero más raro sería una monja en bañador; es ahí donde precisamente quiero hacer hincapié con el siguiente relato...
El diccionario de la RAE define, entre otras acepciones, la palabra raro a aquello “extraordinario, poco común, escaso, extravagante y propenso a singularizarse o hacerse notar”, de modo que, en mayor o menor medida podríamos considerar como raro a un torero con bigote ¿alguien ha visto alguna vez un torero con bigote? Tampoco es frecuente ver a un militar con paraguas, a no ser que éste sea un edecán del rey; muy puntualmente sostendrá un paraguas para proteger a S.M. de las inclemencias del tiempo, jamás lo hará en beneficio propio. Pero más raro sería una monja en bañador; es ahí donde precisamente quiero hacer hincapié con el siguiente relato...
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Ver plano completo Sierra de Collserolla |
A finales de la primavera o inicios del verano del ya lejano 1964, la centuria de arqueros del "Navarra" organizó una salida dominical al Llac de Can Borrell (Sant Cugat del Vallés). Quedamos a las 7 y media de la mañana en el hogar, seríamos unos 18 o 20 arqueros y dos mandos. Oímos misa de ocho en La Concepción. A continuación, tomamos los Ferrocarriles de Cataluña en la estación subterránea de la plaza de Cataluña, hasta Sant Cugat. Sobre las once y media, después de algo más de una hora de marcha, llegamos al llac. El referido lugar era un paraje bucólico y todavía intacto, a salvo de “arrosaires” (domingueros), estos se quedaban en Vallvidrera, Las Planas o La Floresta, donde había merenderos, zonas de pic-nic y parrillas para barbacoas, de más fácil acceso. Hasta Can Borrell –por cierto, jamás llegamos a ver la masía que daba nombre al lugar; imagino que estaría algo más apartada– el camino era carretero y bastante tortuoso, y a menos que se dispusiese de un tractor la cosa estaba difícil, ya que los “todo terreno” tardarían años en llegar, y los Seat 600 eran poco aptos para tan agreste terreno, de modo que había que ir a pie.
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Pantano de Can Borrell, en la actualidad |
Junto al lago había una pequeña explanada donde se solía
acampar, desarrollar las actividades correspondientes, comer y en su caso
llevar a cabo, por las noches, aquellos inolvidables “fuegos de campamento”.
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Grupo de chicas scouts de la época (no corresponden al relato) |
A la sazón, los bañadores eran integrales –de una sola pieza–, pero alguna ya lucía un recatado y discreto biquini; nos llamó la atención el
bañador de la jefa…, como de los años 20: azul oscuro, largo hasta media
pierna, cubiertos los brazos y con cuello a la caja. Claro que la esbeltez y
las formas curvilíneas de aquella guapa señorita compensaban sobradamente la
rigidez de tan obsoleto bañador.
Por aquello de la curiosidad y el “niñateo” mutuos, lógicos
de la edad, pronto entablamos conversación con las chicas; nos habían visto y,
en principio, pensaron que éramos otro grupo scout, pero las camisas azules de
nuestros mandos pronto delataron nuestra condición…para ellas éramos
“falangistas”. Les extrañó mucho que la mayoría de nosotros nos expresáramos en
perfecto catalán con acento de Barcelona ¿Qué otra lengua vernácula íbamos a
hablar si casi todos éramos del “Eixample” o de “Ciutat Vella”?
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Pantano de Can Borrell, en la actualidad |
Algunos comimos con ellas; yo empaticé con una pelirrojilla
de pelo rizado, de unos 13 o 14 años, pizpireta y pecosa,–una monada de
criatura…, hoy andará por los 65–, “de cuyo nombre no puedo acordarme”;
me dijo que pertenecían a no sé qué colegio, pero tampoco lo recuerdo. Lo que
también me comentó fue que después de sus salidas y acampadas, los domingos por
la tarde, entre las 7 y las 9, solían acudir a la plaza de San Jaime, donde
había sesión vespertina de sardanas. Era el lugar de encuentro habitual de
scouts de todo pelaje y de excursionistas en general. Durante años
frecuentamos esporádicamente el lugar, pero tan solo en una ocasión pude ver a
mi pelirroja…, me saludó cortésmente y ¡adiós!; obviamente, no le interesaba,
en absoluto, que pudieran relacionarla conmigo…, seguía siendo el “enemigo”.
Jamás la volví a ver.
Jaime Bellet
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Can Borrell |
Este relato se publica hoy, día 23 de enero de 2016, casi 52 años después de aquella acampada de arqueros del Navarra. Hoy mismo, un grupo de veteranos de la OJE realizaban una marcha por la sierra de Colserolla, con origen en Can Borrell y final en el barrio de Montbau de Barcelona.