Actividades.
Ya era la cuarta vez que los veteranos de la OJE centrábamos nuestra actividad de verano en el Albergue de Barcenillas del Ribero...
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Muchos de sus paisajes, sus pueblos, sus gentes, nos eran familiares, pero siempre se hacen descubrimientos valiosos; en todo caso, volvíamos a casa. Y, como es natural, llevábamos nuestra planificación por días y nuestro horario ⎼como nos enseñaron⎼, que por lógica se iba adaptando a las circunstancias.
Este año, nuestros pasos nos llevaron, por ejemplo, a Lerma, con el fin de visitar la exposición de arte religioso de Las Edades del hombre, que en esta ocasión estaba centrada en los ángeles; de la mano de nuestro guía y camarada Irurozqui, aprovechamos la jornada para visitar otra vez Covarrubias. Gozamos de nuevas perspectivas de las lagunas de Gayangos y bajamos a las profundidades de Ojo Guareña. Celebramos la festividad de la Virgen de las Nieves en el encantador pueblo pasiego de Las Machorras.
Cómo no, convivimos con las gentes en Medina de Pomar (con una visita guiada de lo más didáctica y simpática a su Alcázar de los Velasco y al Monasterio de las Clarisas) y de Espinosa de los Monteros, cuyos edificios blasonados recorrimos con respeto y admiración; en esta localidad, los catalanes cantamos el Virolai ante la imagen de la Moreneta depositada en su iglesia por los familiares de los caídos de la Centuria catalana en nuestra guerra civil, y no nos olvidamos de homenajearlos en su sepultura del cementerio.
Pusimos la pica en Flandes desplazándonos a la Montaña Palentina, concretamente a Aguilar de Campoo y a Cervera del Pisuerga, donde nuestro grupo de montañeros habían ido para acceder al nacimiento de este río, en la llamada Cueva del Cobre. Ese grupo también recorrió el valle de Lunada, en una marcha inolvidable. No podía faltar tampoco un viajecito en barco Santoña-Laredo y un buen baño en aguas del Cantábrico, en tierras santanderinas. Más cerquita, vivimos las jornadas medievales bajo el imponente castillo de Frías y no olvidamos la localidad de Oña, ya conocida de otras ocasiones.
El clima se empeñó en jugarnos una mala pasada cuando subimos a visitar el E.V.A. nº 12 (Estación de Vigilancia Aérea), donde los militares del Ejército del Aire nos dispensaron una amable acogida y nos enseñaron la instalación…, pero a 5 grados de temperatura exterior (¡y nosotros con pantalón corto!) y con una espesa niebla que nos impedía ver los maravillosos paisajes desde aquella cima donde está instalado el radar.
Por las noches, alternábamos las tertulias, la proyección de películas, las canciones, el buen humor…, y especialmente un impagable fuego de albergue, en el exterior (la temperatura era propicia y el cielo estrellado), donde cada cual dio lo mejor de sí mismo.
No hace falta recordarlo: cada día se izaba y arriaba la bandera de España, con la letra cantada del himno nacional y el fondo de armónica campamental; la enseña de la Organización presidió toda nuestra estancia y, como corresponde, fue izada el primer día por el más veterano y arriada el último por la alberguista de menos edad, concretamente de tres añitos (ayudada, claro, por su papá).
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