Todo tiene un principio y un final; rectifico: no así nuestra ilusión, la de los veteranos de la Organización Juvenil Española...
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A día 15 de agosto, a la atardecida, podemos decir que todos los expedicionarios han llegado sin novedad, con el recuerdo imborrable de unos días de hermandad y camaradería.
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...ilusión que, año tras año, desde 1999, llevamos a cabo nuestros encuentros de agosto, ya fuera en campamentos de tiendas, ya en albergues, por razón de la edad y las circunstancias. Y así seguiremos, según la afortunada consigna que dio Ubaldo en uno de estos días: Aún quedamos para otro vez.
Hoy, día 14 de agosto, no hemos decaído en la actividad; por la mañana, hemos visitado el Monasterio de Santa Clara, en Medina de Pomar; ya no nos acodábamos de aquel lejano 2007, y lo hemos encontrado mejor preparado para recibir, ya no turistas, sino personas interesadas en el arte, la cultura y la religiosidad. Nos ha sobrecogido especialmente el Cristo yacente, de Gregorio Fernández. Un grupo intentó visitar el Museo de los Monteros, en Espinosa, pero, ¡horror!, hoy estaba cerrado.
En el habitual auxilio, en la Posada Alvarado, hemos hecho una especie de recapitulación de las experiencias de este año, acompañados curiosamente por unos atrevidos gorriones que pisoteaban nuestras patatas fritas… Claro que no teníamos hambre (¡hemos comido de maravilla estos días!), por lo que no corrían peligro alguno.
Se han ido despidiendo camaradas (así, los valencianos), pero ya estamos bastante acostumbrados; es mentira eso de que partir es morir un poco, porque esperamos futuros encuentros sin necesidad de esperar un año entero.
La tarde nos ha pillado preparando equipajes y, como es lógico, liquidando cuentas de proveedores y despidiéndonos del entorno amigable de Barcenillas. Por fin nos hemos enterado de la casa en que nació don Eusebio de Guinea, benefactor de la localidad y a quien se debe nuestro albergue, antigua escuela fundada por él.
En el acto, una niña de tres años, Blanquita, ha figurado como protagonista para el momento en que se arriaba la bandera de la Organización, ayudada por su solícito papá.
Y hemos querido despedir nuestra actividad con un casi mágico fuego de albergue, al aire libre, como en los buenos tiempos (la noche era maravillosa), pero sin fuego, por las prohibiciones legales (por cierto: ¿cuántos incendios forestales provocaron nuestros campamentos desde que empezaron a llevarse a cabo; la respuesta es: ninguno).
En este fuego sin fuego, han brillado antiguas figuras del estrellato campamental, como Paco con su poesía, Uba y Manolo con su casita de papel, Tomás con sus anuncios señeros y su copla a lo Peret… y todos, todos, sin excepción, con sus canciones, chistes y buen humor; hasta sonaba afinada la armónica…
A los diversos destinos…
Unos a Santoña, a recoger a sus vástagos; otros, a Burgos, para visitarlo a fondo; alguno, a Segovia; otros, por fin, a Barcelona, a aguantar el calor y lo que nos echen.
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