
Vida y milagros de un albergue por tierras astures
Para todos aquellos que arden y se consumen con el ansia
viva por saber de las andanzas de este venerable colectivo, se ha decidido,
tras sesudas y acaloradas discusiones, iniciar una transmisión periódica –de
frecuencia aún por determinar– que, a modo de diario, trate de recoger algunos
aspectos parciales del quehacer de estos voluntariamente autoexiliados por esta
Asturias de nuestros amores, entrañable tierra de esta España de nuestros
pecados.
Día 1

Así pues, iniciamos las andadas el primero de agosto de este
año del Señor de 2016 con la incorporación de los ocho primeros alberguistas.
Tras el acomodo de rigor y el establecimiento del lecho a gusto de los
residentes, éstos condujeron sus pasos subiendo los 171 escalones que, a modo
de cruel Gólgota, los separan del lugar del refrigerio. Concluido éste,
desandaron los 171 los peldaños y dieron con sus huesos en el albergue. Una
lectura al plan de actividades, alguna que otra chanza de Titín concluyeron la
jornada.
Según fuentes bien informadas y dignas de todo crédito, la
noche por la planta baja, y en la habitación más exterior, lugar de cobijo
elegido inicialmente por Manolo y la Seño, y a los que se sumaron
posteriormente Uba y su contraria, Mari Carmen, –que Dios la bendiga–, se
detectaron extraños y repetidos ruidos, que, a decir, de Manolo, parecían como
estertores de ultratumba, que según manifiesta el afectado, procedían de lo más
profundo, de lo más “jondo” de los interiores de Uba. Tal fue la impresión
causada, que tanto Manolo como la abnegada Rosa, decidieron, a primeras horas
del día, realizar el traslado forzoso al piso de arriba donde inocentemente
esperan –si Paco y Titín actuales residentes no lo impiden– tener el descanso
con la paz deseada.

Día 2
El día segundo, una vez colocadas las banderas en el lugar asignado, hubo que atacar los 171 escalones para alcanzar el desayuno. De vuelta, descubierta por Cangas de Onís para compras de diversa índole. Un avieso policía municipal, vía notificación de futura multa en caso de reiteración, recordó a los conductores expedicionarios los inconvenientes (200 euracos por coche) de estacionar los vehículos en zonas reservadas a carga y descarga. Repuestos del sofoco, y restablecidos los valores de tensión arterial y de frecuencia cardíaca a valores normalizados por parte de los afectados, dejan Cangas con cierta sensación de alivio.
Camino de vuelta a Covadonga, parada obligatoria para el
tradicional “auxilio” como da fe la fotografía adjunta. Tras lo cual, los 171
escalones de rigor, el almuerzo nuestro de cada día, dánosle hoy, y capítulo de
reparadora siesta. Se incorpora Carlos Ayala, se redacta el presente capítulo,
mientras el resto de la tropa –absolutamente todos– salvo Manolo Parra, que
Dios guarde, buscando imágenes impresas para formar la base de un futuro
“collage”.
La conclusión al programa de actividades fue una sesión de
cine-fórum, con la proyección de una película con título “Torrejón City”, que
tuvo en algunos residentes un efecto diverso: para unos, función terapéutica;
es decir, potente inductora del sueño, en tanto que a otra –los más
resilientes–, una preocupante tendencia a la autolisis –atentar contra el
sistema vascular propio–, en tanto que una tercera e insignificante parte de la audiencia sugería actuar de forma contundente contra el proponente del
malhadado film, que no es otro que el camarada Titín. Y así se hace constar a
todos los efectos de befa, mofa y escarnio de aquél para el buen conocimiento
del anónimo lector.
Y esto es todo. Si nada lo impide, desde esta muy noble,
leal y geriátrica Agrupación, seguiremos informando. O no…



