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martes, 2 de agosto de 2016

Crónica desde Covadonga (I)





Vida y milagros de un albergue por tierras astures

Para todos aquellos que arden y se consumen con el ansia viva por saber de las andanzas de este venerable colectivo, se ha decidido, tras sesudas y acaloradas discusiones, iniciar una transmisión periódica de frecuencia aún por determinar que, a modo de diario, trate de recoger algunos aspectos parciales del quehacer de estos voluntariamente autoexiliados por esta Asturias de nuestros amores, entrañable tierra de esta España de nuestros pecados.



Día 1

Así pues, iniciamos las andadas el primero de agosto de este año del Señor de 2016 con la incorporación de los ocho primeros alberguistas. Tras el acomodo de rigor y el establecimiento del lecho a gusto de los residentes, éstos condujeron sus pasos subiendo los 171 escalones que, a modo de cruel Gólgota, los separan del lugar del refrigerio. Concluido éste, desandaron los 171 los peldaños y dieron con sus huesos en el albergue. Una lectura al plan de actividades, alguna que otra chanza de Titín concluyeron la jornada.

Según fuentes bien informadas y dignas de todo crédito, la noche por la planta baja, y en la habitación más exterior, lugar de cobijo elegido inicialmente por Manolo y la Seño, y a los que se sumaron posteriormente Uba y su contraria, Mari Carmen, que Dios la bendiga, se detectaron extraños y repetidos ruidos, que, a decir, de Manolo, parecían como estertores de ultratumba, que según manifiesta el afectado, procedían de lo más profundo, de lo más “jondo” de los interiores de Uba. Tal fue la impresión causada, que tanto Manolo como la abnegada Rosa, decidieron, a primeras horas del día, realizar el traslado forzoso al piso de arriba donde inocentemente esperan si Paco y Titín actuales residentes no lo impiden tener el descanso con la paz deseada.

Día 2

El día segundo, una vez colocadas las banderas en el lugar asignado, hubo que atacar los 171 escalones para alcanzar el desayuno. De vuelta, descubierta por Cangas de Onís para compras de diversa índole. Un avieso policía municipal, vía notificación de futura multa en caso de reiteración, recordó a los conductores expedicionarios los inconvenientes (200 euracos por coche) de estacionar los vehículos en zonas reservadas a carga y descarga.  Repuestos del sofoco, y restablecidos los valores de tensión arterial y de frecuencia cardíaca a valores normalizados por parte de los afectados, dejan Cangas con cierta sensación de alivio.

Camino de vuelta a Covadonga, parada obligatoria para el tradicional “auxilio” como da fe la fotografía adjunta. Tras lo cual, los 171 escalones de rigor, el almuerzo nuestro de cada día, dánosle hoy, y capítulo de reparadora siesta. Se incorpora Carlos Ayala, se redacta el presente capítulo, mientras el resto de la tropa absolutamente todos salvo Manolo Parra, que Dios guarde, buscando imágenes impresas para formar la base de un futuro “collage”.

La conclusión al programa de actividades fue una sesión de cine-fórum, con la proyección de una película con título “Torrejón City”, que tuvo en algunos residentes un efecto diverso: para unos, función terapéutica; es decir, potente inductora del sueño, en tanto que a otra –los más resilientes, una preocupante tendencia a la autolisis –atentar contra el sistema vascular propio, en tanto que una tercera e insignificante parte de la audiencia sugería actuar de forma contundente contra el proponente del malhadado film, que no es otro que el camarada Titín. Y así se hace constar a todos los efectos de befa, mofa y escarnio de aquél para el buen conocimiento del anónimo lector.

Y esto es todo. Si nada lo impide, desde esta muy noble, leal y geriátrica Agrupación, seguiremos informando. O no…
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