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domingo, 17 de julio de 2016

La compra del uniforme

Retazos de nuestra historia
El Jefe del Hogar te daba la mano y, a veces, una simpática colleja; guardaba tu ficha en uN cajón (desde donde se tramitaba, ¡ay!, algunas semanas o meses después) y ya eras afiliado; tu máxima ilusión era, entonces, comprarte el uniforme y salir de marcha o asistir a las actividades vestido como los demás, y tan orgulloso como ellos. Parecía sencillo, pero, a pesar de que los precios del Bazar (antes, Intendencia) no eran excesivamente caros, no todas las familias (casi ninguna) se podían permitir desembolsar la cantidad de pesetas que implicaba hacerse con todas las prendas a la vez.

Comenzaba entonces una larga esperas, llena de momentos de ilusión y otros de impaciencia: santos, cumpleaños, propinillas extra, permitían ir uniformándose, adquiriendo las prendas por orden de importancia: primero, la camisa y la boina, luego, el cinturón, los zapatos, las medias… Entretanto, acaso contabas con algún préstamo de otro camarada, a modo de herencia, o con sucedáneos caseros. Uno recuerda que, en su primer campamento, llevó unos pantalones cortados por su madre a partir de otros largos cuyas perneras y bajos habían quedado hechos unos zorros, y un jersey, de recuperación de algún familiar, cuyo color era vagamente azul…

El suéter era lo último que se solía adquirir. Entonces, ya recorrías contento el camino de tu domicilio al Hogar con la mochila a cuestas y tu flamante uniforme completo.

De otras épocas anteriores, se ensayó un procedimiento que, al tiempo de acortar la espera, inculcaba en el afiliado la virtudes del ahorro: los cupones o las cartillas de uniformidad; el afiliado iba depositando sus perrillas de tiempo en tiempo en una cuenta administrada por un dirigentes, a modo de banco sin intereses...
Como siempre ocurre, fuera por un procedimiento o por otro, se valoraba más lo que procedía del esfuerzo y la constancia.
Albarán de venta de prendas del Bazar de 1972.
La camisa azul por 247 ptas. (1,48 euros).
Las medias por 74 ptas. (44 céntimos de euro).

Portada de un folleto del Bazar de los años 60.
El dibujo contempla el cinturón ajedrezado,
que  se vendió hasta 1965 aproximadamente

Texto publicado en el boletín número 172 de Trocha, de Julio de 2016