Páginas

martes, 1 de marzo de 2016

Mala educacción

Hay otro tipo de actitudes, 
que corresponden a otros  
valores: la elegancia en  
pensamientos, hechos y  
palabras; el sentido del  
servicio a los demás...  
EditorialTrocha nº 168. Marzo 2016

Nuestro momento español adolece, sin duda, de unas tremendas oleadas de vulgaridad y de adocenamiento, y, por consiguiente, de una inclinación hacia todo lo que es zafio y grosero. Se puede detectar en actitudes y gestos, en series televisivas y en realidades de carne y hueso, en la calle, en el aula y en la política. Da la impresión de que nos hemos dejado llevar en un tobogán de cutrerío, cuyo final es insospechable. Vivimos, en suma, en una sociedad maleducada.

Puede estar la causa en que hemos tomado el rábano por las hojas y recaído en lo que el filósofo Ortega y Gasset llamaba democracia morbosa, esto es, enferma, en la que todo el mundo se siente a gusto al ser como los demás y, por tanto, igualarse; y, como todo igualitarismo, este se centra en los niveles más bajos, para no desentonar.

Hemos dicho todo el mundo, y no es cierto; no caigamos en generalizaciones; hay otro tipo de actitudes, que corresponden a otros valores: la elegancia en pensamientos, hechos y palabras; el sentido del servicio a los demás y a las grandes tareas trascendentes; la valoración de la dignidad de las personas; la búsqueda constante de cotas más altas, en afán de superación; el ansia de cultura; el respeto a los hombres y el rigor en las ideas… ¿Nos suenan?