Páginas

jueves, 17 de marzo de 2016

Cantando, siempre cantando

Retazos de nuestra historia
Acampados en una clase de canciones (años 60)
Nuestra asombrosa manía de cantar

Uno de los aspectos que nos caracterizaba a los de nuestra generación era esa manía de cantar a todas horas: en los trenes y autocares cuando salíamos de marcha, en las actividades, en el hogar, al terminar nuestras meriendas… 

En los campamentos, las unidades iban cantando en los diferentes cambios en el horario, cuando se iba al baño, cuando nos dirigíamos al comedor, al incorporarnos al fuego de campamento, a todas horas. En el hogar, bastaba que nos reuniéramos tres o cuatro para que se entonara una canción. A veces, nos sorprendíamos a nosotros mismos tarareando o silbando una marcha cuando íbamos solos por la calle…


En los cursos de mandos  
se nos enseñaba, no solo  
la didáctica de la canción  
sino la valoración  
formativa intrínseca en  
el hecho de que la OJE  
cantara en todo momento  
y lugar adecuados.  
  


Claro que nuestros mandos dedicaban un buen tiempo a la enseñanza y práctica de las canciones; nunca faltaba en el plan de actividades la clase correspondiente; y no era para rellenar huecos, sino con la plena conciencia se contribuía a la formación individual y a la integración del grupo. En los cursos de mandos se nos enseñaba, no solo la didáctica de la canción (escrita en un papel, aprenderla por versos o estrofas, corregir los defectos, ensayarla, explicar el significado de la letra, oírla, si era posible, con aquellos magníficos discos de Doncel…), sino la valoración formativa intrínseca al hecho de que la OJE cantara en todo momento y lugar adecuados. A los jefes de campamento se les repetía que uno de los mejores test para saber si el turno iba bien o mal era que los acampados cantaran.

Si echamos una mirada a los niños y jóvenes de hoy, podemos observar –con profunda tristeza por nuestra parte no cantan; y, si lo hacen, es imitando a los cantantes de moda e intentando seguir sus tonadas y sus estilos. Incluso, en nuestra OJE, en encuentros, campamentos, juntas u hogares, apenas se oye cantar. ¿No se considera importante? ¿No hay tiempo para la clase de canciones?
Un jefe de escuadra enseña canciones en el campamento "Santa María del Buen Aire", El Escorial (años 60)
Alegoría "roquera" del cisne de Cisneros. Estaba
colgado en la pared de un hogar de la OJE de Madrid 
¡Y mirad que teníamos repertorio! Desde las canciones de marcha, antiguas y modernas, las regionales, las de animación, las monográficas (el tema de la novia, el tema de la montaña, el tema de la milicia, las de puro jolgorio…) y las que llamaríamos de ensoñación, aquellas de ritmo lento y pausado al final de los fuegos de campamento, que nos llenaban el corazón y nos hacían soñar.

Siempre había el afiliado que acompañaba con su guitarra o su armónica (lo del acordeón era más difícil), pero, con acompañamiento o sin él, se acostumbraba a cantar bien; claro que siempre había aquel que solo tenía orejas pero no oídos, y se le pedía con toda cortesía que solo moviera los labios…

Entre nuestros bellos recuerdos de aquellos tiempos quedan multitud de letras (a veces incompletas, por aquello de la memoria, ¡ay!), músicas y versos sueltos; es conveniente que los veteranos nos detengamos acaso en repasar el contenido de aquellos mensajes; algunos habrán quedados sobrepasados por el tiempo, claro, pero otros siguen dándonos pautas para el hoy y para siempre.

Que se haga realidad el lema de cantando, siempre cantando, y no quede en pura teoría en los hogares campamentos de nuestros días: este es el ferviente deseo de un enamorado de nuestras canciones.





Manuel Parra Celaya.

Texto publicado en el boletín nº 168 de Trocha, de Marzo de 2016


Izquierda.- Un fuego de campamento de la OJE (años 70). 
Derecha.- Dos mandos juveniles cantan en un campamento de la OJE en la antigua Guinea Española (años 60).