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Nos referimos a esa tentación,
constante entre los españoles,
siempre vigente y azuzada por
oscuros y partidistas intereses,
de fraccionar una sociedad en
en posiciones irreconciliables
irreconciliables de maneras
de pensar o de sentir.
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Nos referimos a esa tentación, constante entre los españoles, siempre vigente –por desgracia– y azuzada por oscuros y partidistas intereses, de fraccionar una sociedad en posiciones irreconciliables en función de maneras de pensar o de sentir. Esta ha sido la raíz de nuestros enfrentamientos civiles y la causa principal de la pérdida de nuestro puesto en la historia. A España –como a todo lo bello– se la puede mirar con un solo ojo, sino de frente, con los dos ojos a la vez.
No se trata de cerrar los ojos a una realidad política ni de coaccionar las legítimas maneras de entender los problemas de todos; no estamos hablando de una tarea política, sino de una tarea social, histórica y personal; se trata de acertar en la frontera que separa el concepto de adversario ideológico del de enemigo. Además de procurar la unidad entre las tierras, debemos procurar la unidad entre los hombre de España. Y nada más lejos de esta unidad que las banderías extremas a las que nos quieren llevar.
Echamos en falta, lógicamente, un proyecto común e ilusionante para España; pero, desde la humildad de nuestro día a día, intentemos que los proyectos humanos, personales y sociales de nuestros compatriotas puedan debatirse, cruzarse, integrarse o disociarse con la normalidad del diálogo y la conciencia de pertenecer a una misma Patria, nunca con el veneno que divide los corazones de los españoles.
No se trata de cerrar los ojos a una realidad política ni de coaccionar las legítimas maneras de entender los problemas de todos; no estamos hablando de una tarea política, sino de una tarea social, histórica y personal; se trata de acertar en la frontera que separa el concepto de adversario ideológico del de enemigo. Además de procurar la unidad entre las tierras, debemos procurar la unidad entre los hombre de España. Y nada más lejos de esta unidad que las banderías extremas a las que nos quieren llevar.
Echamos en falta, lógicamente, un proyecto común e ilusionante para España; pero, desde la humildad de nuestro día a día, intentemos que los proyectos humanos, personales y sociales de nuestros compatriotas puedan debatirse, cruzarse, integrarse o disociarse con la normalidad del diálogo y la conciencia de pertenecer a una misma Patria, nunca con el veneno que divide los corazones de los españoles.