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Entrada principal al edificio desde el paseo de la Riera Ver ortofoto con su ubicación |
El director del Albergue que
todos conocimos era el recordado camarada Juan José Campuzano, Oficial
Instructor, excombatiente, procedente de la OJ, de la primera promoción de
Jefes de Campamento; su figura, paternal pero recta y exigente con las normas,
era inseparable de las viejas paredes del Xifré,
cuyos desperfectos causados por el tiempo y el escaso presupuesto siempre
procuraba reparar, con la ayuda de Antonio, simpático andaluz, y de Salva, de
idéntica procedencia regional; el equipo de cocina y de servicio era,
mayoritariamente, del pueblo de Dos
Hermanas, de Sevilla; recordamos, por su simpatía y atención, a Mary, a
quien siempre reclamábamos algo más de la ración que nos tocaba.
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El edificio con sus huertos |
Pero remontémonos un poco a la
historia del edificio, que procedía de una donación del susodicho Xifré,
prohombre barcelonés de mediados del siglo XIX y cuya sepultura se mantenía en
una cripta bajo la capilla, lo que daba más que yuyu a muchos flechas y a algunos mayorzotes; la broma estaba
servida: por la noche, se oían ruidos de
cadenas, gemidos y suspiros, que procedían, sin lugar a dudar, del fantasma
del pobre Xifré (a quien llamábamos conde
sin ningún recato) o de los pobres
esclavos emparedados…(Lo curioso es que lo que fue una broma típicamente
campamental, se convirtió, no hace mucho, en el tema central del programa
televisivo Cuarto Milenio. ¡Y no
reclamamos derechos de autor!).
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En los años en los que fue estación preventorial del Frente de Juventudes |
Siguiendo con la historia real,
el Xifré fue, en su origen, hospital,
según idea del donante (de 1849 a 1866); luego, entre 1867 y 1926, fue Colegio
de la Presentación, hasta que las monjitas francesas que lo regían levantaron
su propio edificio al otro lado de la Riera; de 1940 a 1959 fue Estación
Preventorial del Frente de Juventudes, donde se celebraban turnos con aquellos
afiliados o encuadrados cuyo estado de salud no les permitía asistir a
Campamentos al aire libre; hay que destacar que en 1950 se celebró aquí el IX
Congreso Nacional del F. de J. A partir de 1960, la Delegación Nacional lo
transformó en Albergue Juvenil, dentro de la YHA (Red Internacional) y, gracias
a él, cobró fama el pueblo de Arenys en muchos lugares del mundo. En esta
situación permaneció, soportando las borrascas de la Transición, durante la cual se desató una furiosa campaña (El Xifré per el poble), con profusión de
calumnias, entre ellas la profanación (per
els fascistes) de la tumba del fundador y donante (por cierto, la tajante
actuación de Campuzano, que llevó a los lidercillos de la injuria a la cripta y
los hizo sentar en torno al ataúd de Xifré cortó de raíz el bulo, pero no la
campaña orquestada). Finalmente, en 1981 y hasta 1989, fue Instituto de
secundaria, y, desde esa fecha hasta 1996, sede de los Juzgados
provisionalmente; luego, Escuela Taller y sede de otros servicios municipales.
Según noticias recientes, algunas mentes brillantes del pueblo han llegado a la
conclusión… de que podría servir de Albergue Juvenil.
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Afiliados de la OJE en el albergue "Xifré", en septiembre de 1974. |
Antiguamente (años 60 y
principios de los 70), estaba rodeado de huertos, que colaboraban a la
alimentación; más tarde, el Ayuntamiento reclamó los terrenos para edificar un
Colegio. Desapareció, entonces, la Cruz de los Caídos, a la que se accedía por
un cuidado sendero. El mástil, alto, metálico, resistió hasta que los embates
políticos acabaron con lo que había sido una sede importante para nuestra
Organización, y qué tantos buenos recuerdos nos dejó a los afiliados.
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Manuel Parra Celaya.
Texto publicado en el boletín nº 167 de Trocha, de Febrero de 2016
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Xifré,
el prohombre
barcelonés de
mediados del
siglo XIX
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El artífice de la construcción fue un personaje con grandes secretos a sus espaldas, Josep Xifré i Casas. Nació un 15 de octubre de 1777. A la edad de 21 años, y debido a los problemas económicos de su familia, decidió probar fortuna en las Américas y se embarcó en dirección a la Habana. Tras conseguir su propósito de prosperidad, el indiano volvió con una gran fortuna, y decidió construir un edificio para albergar un hospital y donarlo a su ciudad natal. Tal acción era muy común en la época como signo de hidalguía y para conseguir el respeto y el reconocimiento social. Así surgió el edificio que desde entonces lleva su nombre.