Páginas

lunes, 22 de febrero de 2016

Cantando bajo la lluvia

Anecdotario



Era un día festivo –seguramente domingo–, uno de tantos en los que la banda de cornetas y tambores de las Falanges Juveniles (FF.JJ.) de Franco, de Barcelona, salía a realizar sus actividades por la ciudad.

Durante los años 50 del pasado siglo era muy habitual que participáramos en pasacalles, procesiones, festivales... Nuestra banda, ciertamente, era una de las más apreciadas por su calidad musical y por la vistosidad de su desfile. Habían varios aspectos que influían en la obtención de esas cualidades: por un lado el ensayo metódico de todos los viernes, por otro, la larga permanencia de sus miembros –algunos llevaban 5 y 6 años en ella–, finalmente, el espíritu militar que impregnaba a la mayoría de los cadetes y guías que componían la unidad. Nuestra banda era una centuria más de las FF.JJ., cuyo nombre evocaba el de un héroe: "Capitán Cortés", y su lema: Sic itur ad astra (“Así se va hacia las estrellas”).


¡A la de tres  
"La mirada"!  
Efectivamente,  
cuando habíamos  
dado tres pasos con  
nuestro pie izquierdo,  
empezamos todos a  
todos a cantar  
"Montañas nevadas".  




Pero, bueno, decíamos que era un día festivo y que habíamos salido para actuar. Partimos de nuestra sede, ubicada en el antiguo caserón de Ramblas, 8, para participar –creo recordar– en un festival infantil que se celebraba en el Salón de Víctor Pradera. Aquella jornada resultó relativamente lluviosa, pero ello no fue óbice para que la banda animara con su música a la escasa concurrencia que, en aquellas horas tempranas, circulaba por las calles de la ciudad. Fuimos tocando y desfilando, con toda normalidad, subiendo por Vía Layetana y, al llegar a la calle Trafalgar empezó a caer la lluvia de tal forma que ya no era prudente someter a los tambores a aquella rociada, pues, como es notorio, los “parches” de los mismos, que entonces eran de piel natural, hubiesen quedado inútiles. En estas circunstancias, nuestro jefe de centuria y maestro de banda, Alberto Orellana, mandó colgar los tambores y, acto seguido, sin romper la formación en ningún momento, nos dijo: "¡A la de tres La mirada!" Efectivamente, cuando habíamos dado tres pasos con nuestro pie izquierdo, empezamos todos a cantar Montañas Nevadas, con un aire y con un brío que dejó sorprendidos hasta a los propios actores. Había que ver aquella unidad de jóvenes falangistas con sus uniformes, con sus galas, con sus instrumentos musicales, en perfecta formación, cantando bajo la lluvia que, parecía nos “premiaba” el atrevimiento arreciando más. Los ciudadanos que andaban con sus paraguas, o guarecidos en los portales, no daban crédito a lo que veían. Nosotros, por nuestra parte, lo tomamos como un juvenil desafío. Con toda la alegría del mundo notábamos como las gotas de agua salpicaban nuestras caras y nuestras manos… pero seguíamos cantando y marcando el paso, en marcial formación, por el centro de la calle.

Quizás, visto desde la lejanía del tiempo, parezca algo pueril lo narrado, pero creo, estoy convencido, de que aquello –que se repitió alguna vez más durante mis tres años de permanencia en la banda– era más que un signo del estilo que se vivía tanto en nuestras unidades de voluntarios, como en la mayor parte del ámbito juvenil de la época. Los gestos marciales, airosos, guerreros… entonces eran bien vistos. No habían llegado, todavía, las influencias femeniles y “pacifistas” que hoy anegan nuestra sociedad.

El mensaje de nuestra actitud, aquel día, quedó claro: en vez de arredrarnos ante la dificultad optamos por plantarle cara, sonreímos, y continuamos cantando bajo la lluvia.


Francisco C. L.

Barcelona, 26 de agosto de 2015
(Texto no publicado en el boletín de Trocha)