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miércoles, 2 de diciembre de 2015

Luz de Navidad y sombras del presente







Pasarán los tiempos, se 
vencerán las dificultades, se 
esclarecerán los horizontes, 
como siempre ha 
sucedido en la Historia. 
Y, al fin y al cabo, lo 
Eterno prevalecerá sobre 
las miserias de lo caduco. 










EditorialTrocha nº 165. Diciembre 2015

Cuando empieza diciembre, todos ponemos, de forma inevitable, los ojos y el corazón en la Navidad; conforme avanzan los días, parece que la alegría nos va inundando y, como niños, contamos las jornadas que faltan…  No es para menos: en la Natividad de Cristo se centra uno de los Misterios que dan sentido a la vida; conmemoramos –a pesar del laicismo imperante y de los postmodernos– el nacimiento del Redentor, Dios mismo encarnado en hombre, abierto a todos los hombres de buena voluntad.

Es así, aunque se empeñen en crearnos unas fiestas de oropel y consumo, de bellos decorados sin Pesebre y sin Niño; en el colmo de la paradoja (y de la cursilería), promueven una navidad laica (como los bautizos laicos, las primeras comuniones laicas…); eso no es nuevo: ya lo hicieron sus precursores de otros tiempos, cuando, en plena guerra, prohibieron las celebraciones religiosas e inventaron la ridiculez de la semana de los niños.

Volviendo al presente, este año, además, el panorama español aparece lleno de sombras, entre sediciosos separatismos e incertidumbres electorales; España vuelve a aparecer como borrador inseguro ante los ojos atónitos de una Europa de la que creíamos que formábamos parte. Nuestra alegría corre el riesgo de verse empañada por estas sombras que han creado los hombres, nuestros compatriotas para más vergüenza…

No ha de ser así. Esas sombras no deben conseguir apagar la Luz, que brillará por encima de todas ellas y nos traspasará los corazones; es muy grande lo que se celebra para que consigan anularla y transformarla en tristeza y en pesimismo. La Estrella que colocamos en nuestros pesebres es el símbolo de esa Luz. Ella nos señala el Camino, que es claro y sobre tierra firme, no al modo de las estelas en el mar, que se difuminan al instante. Pasarán los tiempos, se vencerán las dificultades, se esclarecerán los horizontes, como siempre ha sucedido en la Historia. Y, al fin y al cabo, lo Eterno prevalecerá sobre las miserias de lo caduco.