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| Viñeta de El Roto |
A
estas alturas, nadie duda que está en marcha la formación de un Frente Popular, remedo actualizado del
tristemente histórico. Llamémosle amalgama rupturista, para no suscitar alarmas
ni equívocos evocadores de un pasado cainita que mejor está enterrado en museos
de la memoria histórica.
Esta amalgama
estaría integrada por separatistas, no solo proclives sino confesos de golpismo
y un sector de izquierda radical que, por supuesto, se niega a oponerse a ellos
porque entiende que pueden ser sus aliados en la tarea de deconstruir el
Estado, la sociedad y al propio ser humano; lo primero, mediante el disparate
(y aquí radica el posible maridaje con los secesionistas); lo segundo, mediante
la demagogia rampante; lo tercero, a través de la implantación de la religión secular y su esperpéntica y
dañina visión antropológica.
Este presunto "Frente Popular"
no carece de ninguno de los
elementos que distinguieron al
antiguo, el el de idílica Segunda
República: desdeñosos teóricos
universitarios o ateneístas,
indignados, con razón o sin
ellas, y vociferantes masas
callejeras; todo ello aderezado
con el fanatismo y la más
absoluta mediocridad.
...Ni los mismos separatistas
que se niegan a ser españoles
dejan de pertenecer a ese cuadro
costumbrista y ajado, ya que
representan al más hondo
individualismo hispánico.
No es extraño que este "Frente
Popular" quiera contar con
los elementos básicos del
folclorismo más sobado...
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Este
presunto Frente Popular no carece de
ninguno de los elementos que distinguieron al antiguo, el de la idílica Segunda República: desdeñosos
teóricos universitarios o ateneístas, indignados,
con razones o sin ellas, y vociferantes masas callejeras; todo ello aderezado
con el fanatismo y la más absoluta mediocridad.
Nada
nuevo bajo el sol de España. Representa –al decir del poeta– al español que se
limita a embestir cuando se digna usar de
la cabeza. Es un remarke, una
versión vintage y cutre de su
precedente de los años 30. Curiosamente, no se distingue, en sus notas
características esenciales, de sus correspondientes oponentes en la derecha, ya
que unos y otros son variantes, casi seculares, de una España apegada al peor
casticismo, al sainete populachero y, en fin, a la peor caspa (con perdón); ni
los mismos separatistas que se niegan a ser españoles dejan de pertenecer a
este cuadro costumbrista y ajado, ya que representan al más hondo
individualismo hispánico, a la más completa negación de la capacidad
intelectiva, a la intransigencia más exacerbada.
No
es extraño, en consecuencia, que este Frente
Popular quiera contar con los elementos básicos del folclorismo más sobado:
el cura trabucaire (o su variante, la monja milagrera) y el militar (al que,
por respeto, no denominaremos espadón);
si fuera en versión reducida pueblerina (aldeana ya lo es, por definición), no
dejarían de faltar el Secretario del Ayuntamiento entendido en leyes y el
boticario; de la primera figura hacen la vez algunos jueces asilvestrados; en
cuanto a la segunda, en realidad –por lo menos en Cataluña– no son muy partidarios
de apoyar este frentismo, porque son
muchos los dineros que la Generalidad ha desviado de sus pagos legítimos para
volcarlo en la propaganda y acción separatista.
Solo
falta –para completar el cuadro– un torero, pero entendemos que, hoy en día, es
una figura incómoda, ya que la tabla políticamente correcta dicta la supresión
absoluta de la Fiesta, no por las razones sentimentales que esgrimen los animalistas ni por su escaso valor
educativa, como decían los ilustrados del Setecientos, sino, llana y
sencillamente, por española.
Del
clero ya hay, como decíamos, abundante representación, entre obispos
propagandistas de las listas electorales separatistas y sores enamoradas de los políticos de esa
cuerda; del ámbito castrense ya hay también representación, anunciada a bombo y
platillo (pero sin Marcha de Infantes
de las Ordenanzas, faltaría más) como futuro buen ministro de defensa; quedan dichos los togados y la ausencia
–justificadísima– de los farmacéuticos. Solo falta, insisto, el torero.
Como
los que están en activo no parecen muy inclinados a dar el paso adelante,
sugiero que se busque, entre la masa de pícaros y truhanes, algún espontáneo o muletilla de capeas, eso sí, convenientemente arrepentido de su
pasado.
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Manuel Parra Celaya.

